De repente se sintió
en un mundo extraño
donde no existian las palabras,
y era el silencio…
su habitual manera
de expresar lo inexpresable,
la noche de súbito
irrumpió en la ciudad,
en la inmensidad
un destello desolado
desde un cielo escurridizo,
a su corazón moribundo
mas enojado y perdido
que dolorido o ajeno,
sobre su sigiloso universo,
golpes de Dios,
desde una nave
de blanca luz
en el firmamento.
Yo te he invocado, porque tú me oirás, oh Dios: Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.
Salmo 17:6